LONDRES, May 5, 2010 /PRNewswire/ --
- Por qué un resultado decisivo de las elecciones es un imperativo - Necesitamos 'acción ese día'
- Debemos derrotar al déficit - un parlamento pendiente supondría una indecisión peligrosa
El electorado británico necesita ser decisivo el 6 de mayo, ya que es obligatorio que las intenciones de señales positivas del gobierno en los mercados sirvan como acción inmediata y resolutiva frente al exceso de gasto público y a la espiral de la deuda nacional. En medio de una violenta marea económica, lo último que el barco del estado británico necesita es una pelea en el puente de mando y la desmoralización en la sala de máquinas.
"Nunca hagas previsiones", fue la famosa declaración de Sam Goldwyn, que añadió: "sobre todo, relativas al futuro". Su advertencia es particularmente apta a tan sólo unos días de que se celebren las elecciones generales británicas más impredecibles desde hace más de 30 años.
Pero se puede hacer una predicción con bastante certeza. No hay partido político que llegue a las elecciones con algo mejor que una mayoría finísima. Desde hace tiempo, parece que el resultado más probable será un "parlamento pendiente" - en el que ningún partido cuente con mayoría general. Una carrera política muy ajustada es algo fascinante para los expertos políticos y aficionados de las tensiones tipo "Eurovisión" en la noche electoral. Pero, en un momento en el que Gran Bretaña está con un déficit presupuestario sin precedentes, y la deuda soberana está en la línea de fuego del mundo desarrollado, ¿cuáles son las implicaciones más probables de indecisión para la economía y los inversores?
Creemos que potencialmente débiles, ya que casi nunca se ha necesitado un gobierno efectivo y determinado que fuera más esencial que en 2010. De lejos, el mejor escenario para Gran Bretaña sería el regreso de un importante gobierno preparado para recortar el gasto público en 20.000 millones de libras al año, llevando las finanzas del país de vuelta a la sostenibilidad y, lo que es más importante a corto plazo, indicando a los mercados que vivir por encima de las posibilidades del país es una aberración y no se convertirá en una norma.
Por otro lado, la indecisión será el peor resultado posible. Un fallo en relación con las acciones resolutivas dentro de un máximo de tres meses podría señalar una caída completa de las divisas y las tasas de crisis.
¿Regreso al futuro?
¿Qué supondría un resultado indeciso? Los precedentes en este aspecto son limitados, pero no son inexistentes. La última vez que unas elecciones británicas produjeron un parlamento pendiente fue en febrero de 1974, cuando estaban de moda los pantalones de campana, las camisas de flores y los zapatos con plataforma, y el grupo Suzi Quatro acababa de desbancar a Mud de la cabeza de las listas de pop. Si las diferencias culturales entre 1974 y el momento actual son grandes, las similitudes, tanto económicas como políticas, son prácticamente iguales. Y lo que es más importante, la secuela de la repetición es tremendamente incómoda, contribuyendo, tal y como pasó, al deterioro fiscal que terminó en la ayuda del FMI de 1976.
La similitud económica es que, al igual que en 1974, este año electoral se celebra dentro de un clima macroeconómico muy complicado, y el paralelismo político reside en que, mientras que el gobierno al mando es impopular, la oposición no ha conseguido movilizar el apoyo suficiente para conseguir una victoria decisiva. Pero este es el transcurso consecuente de los eventos, en lugar de las similitudes inmediatas, que deberán causar una mayor preocupación a los inversores.
Las elecciones de febrero de 1974 produjeron inestabilidad política, por lo que tuvieron que celebrarse unas segundas elecciones en octubre. La parálisis política y la falta de una toma de decisiones eficaz hizo que en un periodo de ocho meses se produjera un rápido deterioro de las finanzas públicas que, en dos años, hicieron que la crisis esterlina de 1976 forzara a Reino Unido a solicitar ayuda al FMI. Esto no podría volver a pasar ¿o sí?
Sí, podría volver a pasar. Como muchos otros problemas que han atraído la atención popular, el voto de 2010 está tan cerca como si se tratara de unas elecciones generales con un solo tema, incluso si no hay un líder político que haya sido lo suficientemente audaz (o quizá alocado) para enfrentarse directamente con el problema. El problema es, por supuesto, un déficit presupuestario que, con casi el 12% del PIB, no tiene precedentes (y que, por otro lado, hace que el déficit del 7% de los años 70 parezca algo insignificante).
Vamos a llamar a los problemas por su nombre. Entre los años 2000 y 2008, Gran Bretaña disfrutó de un crecimiento económico que ahora sabemos que fue prácticamente una ilusión, resultando en una burbuja de precios y proporcionando un irrisorio nivel de ahorro doméstico al mismo periodo, construyéndose casi por completo en los préstamos al por mayor en el extranjero. Lejos de reconocer la naturaleza esencial irrisoria de esta racha económica, el gobierno proclamó el fin del "crecimiento y agarre", terminando con (otra vez, mucho más allá) los aparentes medios de Gran Bretaña de aumentar el gasto público en más de un 50% en términos reales. Cuando de forma inevitable la burbuja estalló, el lazo fiscal se deshizo, dejando las finanzas públicas completamente secas.
El año pasado, el gobierno destinó un 48% del PIB pero recibió sólo un 36% en impuestos y otros ingresos. A casi un 12% del PIB, el déficit británico es comparable al de Grecia, y peor que el de España o Italia. Además, el observador podría en ocasiones estar muy presionado para entender cómo el Reino Unido, al menos hasta ahora, ha salido con dicha profligacia sin ver su moneda y sus precios de bonos someterse a esta mayor presión.
Defensas de tiempo limitado
Como explicamos en un informe reciente [1], la libra esterlina ha estado respaldada por 'tres pilares', cada uno de tiempo limitado. El primero de estos 'pilares' ha sido naturalmente cuantitativo (QE, por su sigla en inglés), por lo que el gobierno ha creado 200.000 millones de libras británicas de dinero nuevo. Según el gobierno, QE no ha ascendido a la monetización de la deuda y la simetría entre QE y el requisito de recaudación de efectivo CGNCR[2] (de 201.000 millones de libras esterlinas) del gobierno es simplemente una coincidencia. Correcto.
El segundo pilar ha sido la propia situación política. Reconociendo que era improbable que se tomasen decisiones difíciles con una amenaza de elecciones generales, los mercados internacionales han tratado la libra esterlina con considerable tolerancia, asumiendo que se tomarían medidas decisivas tras las elecciones. El tercero, se ha asumido ampliamente que el gran deterioro de la libra esterlina en los dos últimos años promovería una recuperación orientada a la exportación.
Ahora, cada uno de estos pilares ha alcanzado su fecha de caducidad. Repetir el expediente QE podría desarrollar niveles de mercado o riesgo inflacionario que pudiera considerarse inaceptable. Con la recuperación anémica de Gran Bretaña mucho más débil que en otras economías desarrolladas, incluso un mercado alcista estancado podría aportar poco si ninguna fe en el estimulante argumento de devaluación. Más pertinentemente aquí, la defensa del "hiato político" no funcionará después del 6 de junio.
En resumen, se necesita un cambio y una acción decisiva si Gran Bretaña va a evitar el precio total para la anterior irresponsabilidad fiscal. Y el prospecto para un parlamento en el que ningún partido alcanza la mayoría absoluta -o, para este asunto, de una mayoría muy justa casi impracticable para un partido, que podría ser casi tan malo - hace que dicho cambio y acción decisiva sean desgraciadamente improbables.
Luchando la guerra equivocada
Con la imperativa necesidad nacional de reducción del déficit, un parlamento sin ningún partido en mayoría absoluta sería mucho más propenso a producir el pose de partidos y la prevaricación política.
Por una cosa, una implicación distintivamente posible del precedente de 1974 es que un parlamento con partidos sin mayoría absoluta será poco práctico, por lo que, transcurridos unos meses, deberían seguir unas segundas elecciones generales. Si los políticos sospechan que éste puede ser el caso, permanecerán a un pie de la elección, lo que significa que nadie correría el riesgo de impopularidad electoral al tomar decisiones difíciles.
Algunos comentaristas han explorado los peligros del parlamento sin ningún partido con mayoría absoluta, y se han persuadido de que un "parlamento equilibrado" podría ser algo bueno. Pensamos que ésto es igual que Pollyanna ponga su fe en 'el juego feliz'[3]. Aunque la mayoría de los sistemas de gobernancia europeos producen coaliciones de grados de efectivos variables, el sistema político británico es esencialmente confrontacional, y no está adaptado a la política de consenso.
Fig. 1: Deuda externa, países seleccionados, final de 2009* Deuda externa Deuda externa como Deuda externa per cápita (miles de millones de dólares) % de PIB ($) Reino Unido $9.088 423% $148.708 Francia $5.021 238% $78.382 Alemania $5.208 185% $63.258 España $2.410 176% $59.469 Grecia $553 162% $51.486 Portugal $507 218% $47.348 Estados Unidos $13.450 94% $43.781 Italia $2.328 132% $40.051 Canadá $834 65% $24.899 Japón $2.132 52% $16.777
*Emisor: CIA World Factbook
Además, el sistema electoral del Reino Unido está peligrosamente desequilibrado - si cada una de las partes principales consiguiese un 30% del voto, por ejemplo, el Partido Laborista podría obtener 315 asientos, en comparación con 206 para los Conservadores y sólo 100 para los Liberales Demócratas[4]. (La absoluta absurdez de esta aritmética debería estar en mente de cualquiera que piense que el Reino Unido no necesita reforma electoral).
Cualquier inversor que crea que el Reino Unido puede permitirse un período más largo de indecisión debería tener en cuenta lo siguiente. Primero, la deuda nacional registrada en Gran Bretaña (de 761.000 millones de libras esterlinas, o 54% del PIB) quita importancia a la verdadera escala de obligaciones del gobierno que, incluyendo las pensiones del sector público y los compromisos de PFI[5], calculamos en 2,1 billones de libras esterlinas (150%).
En segundo lugar, el referente de deuda nacional citado con frecuencia no es el problema clave de modo alguno. Las deudas dentro de un país no suponen un problema ingestionable y la escala real del reto fiscal debería calibrarse de acuerdo con las deudas a inversores extranjeros.
A finales de 2009, la deuda externa de Gran Bretaña fue de 9,1 billones de dólares. Al 423% del PIB, este endeudamiento extranjero es mucho peor que el de Francia (238%) o Alemania (185%), dejando aparte Grecia (162%) o Italia (132%). La deuda externa se iguala a 149.000 dólares por ciudadano británico que, de nuevo, es mucho más alta que los números equivalentes para España (5.000 $), Grecia (51.000 $) o Portugal (47.000 $) (vea fig. 1).
Por tanto, parece totalmente claro que se requiere una acción decisiva inmediatamente después de las elecciones, independientemente del resultado. Los comentaristas han sugerido muchas permutaciones políticas posibles pero, en lo que respecta al inversor, el problema destacado no son etiquetas ni personalidades. El requisito es - en palabras de Winston Churchill - la 'acción ese día'.
Dr Tim Morgan
Responsable de investigación mundial
[1] Véase Tullett Prebon Strategy Insights, Issue Four, Britain at the Crossroads - The Case for Fundamental Change
[2] Central Government Net Cash Requirement
[3] Pollyanna, escrito por Eleanor Porter, se publicó en 1913. El "juego feliz" pretendía que, si Pollyanna hacía como si todo fuera bien, entonces, un final feliz estaba garantizado. No es una buena filosofía de inversión.
[4] Si desea ver un cálculo de los escaños, viste el sitio web de la BBC: http://news.bbc.co.uk/1/hi/uk_politics/election_2010/8609989.stm
[5] Private Finance Initiative
Renuncia
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